15 de mayo de 2007

Los Viejos Cuarteles







La Historia es un elemento vivo... como nos lo demuestra en el siguiente artículo Demetrio López, quien nos narra sus primeras vivencias como judío. Para entender quiénes somos y hacia donde vamos debemos investigar nuestro pasado...




LOS VIEJOS CUARTELES.



Hace unos días recibí un correo de Juan Carlos Flores pidiéndome que escribiera algo sobre los cuarteles de judíos de mi niñez – entre los años 60 y 70 más o menos – así que voy a intentarlo. La verdad es que, aquellos cuarteles, no se parecían en nada a los cuarteles actuales, ni en el continente ni en el contenido.
Los recuerdos son como las cerezas: tiras de uno, y éste arrastra a otros. Me vienen a la memoria, como secuencias de una película en blanco y negro, todos y cada uno de los distintos cuarteles que la cuadrilla ha tenido desde que soy judío. Casi todos los años en un lugar diferente pero todos eran idénticos en cuanto al espacio, mobiliario y viandas.
Parece que estoy viendo el cuartel que tuvimos en una casa vieja en la calle Barras de Oro. Era un cuartucho de no más de diez metros cuadrados de paredes húmedas y desconchadas. El mobiliario consista en una mesa pequeña, para ser más exactos, una puerta vieja con dos borriquetes que hacia las funciones de mesa. Cuatro o cinco sillas – no necesitábamos más- y otra “mesa-puerta” para dejar los arreos. Todo el mobiliario haciendo juego con la “lujosa” estancia. El cuarto de aseo – dejémoslo pasar - un agujero indescriptible.
En cuanto a las viandas – ahí si que éramos unos fenómenos - consistían en un papelón de bacalao, otro de queso de cerdo, unas aceitunas y para de contar hasta el Viernes Santo que se abría la lata de atún. Si, he contado bien, en singular, una triste y solitaria lata de atún. La bebida, aparte de la famosa bota de la sie7e, consistía en una botella de “machaco”, otra de coñac y una caja de cervezas que se ponía, normalmente, debajo de la mesa – para que estuvieran fresquitas. La vajilla, ni mejor ni peor, simplemente no existía. A morro.
Como veis, esta historia de los cuarteles, se acaba pronto. Pero no quisiera dejar pasar la oportunidad de describir lo que realmente era importante para un niño de ocho o nueve años que vivía, los actos de Semana Santa, como una maravillosa aventura en la que me sentía protagonista. Y es precisamente, en estos humildes cuarteles, donde escuché a los mayores contar anécdotas y sucesos sobre las procesiones, el prendimiento, la “monea”. etc. También, en estos destartalados cuarteles hice, de por vida, entrañables amistades con otros niños que llevaban un sie7e en la solapa de la chaqueta, como mi amigo Curro Leiva o Manolo Alarcón. Juntos aprendimos a reconocer y respetar al cuadrillero. En los cuarteles aprendimos nuestras obligaciones como judíos, tomando conciencia de lo que significaba cada personaje de la turba: el Rey, Judas, los evangelistas…….. la importancia de ir de cajas y banderas, el respeto a la turba blanca y a los “viejos judíos” que con su experiencia nos marcaron el camino. Viejos judíos como: Rafalito Marquez, José Barba, Eduardo Alarcón Serrano, Antonio Pérez Muñoz, Toribio Ocaña, Juan Antonio, Florencio…….y Demetrio.
No voy a caer en el tópico de decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, seria una falsedad. Pero si es cierto que, estos recuerdos, no los cambio por nada porque me hacen valorar, enormemente, lo que tenemos hoy……. ¡Pedazo cuartel!
Desde aquí quisiera agradecer a Julio Garrido y a la anterior junta directiva su esfuerzo y su fe para que el cuartel de la sie7e sea una realidad.

Saludos.

Demetrio López Henares.