27 de mayo de 2008

Ser judío

En 2008 Julio Garrido pregonó nuestra Semana Santa. Queremos traer a esta sección parte de su pregón cuando hace alusión al judío....




...Me maravilla vivir como el judío está presente durante toda ella, que sea el eje conductor de toda ella, que esté en todos los momentos, adquiriendo ésta una dimensión totalmente diferente y nueva. Y me resulta una sensación rara, satisfactoria y gratificante.
Ser solamente judío me hace sentirme en plenitud, tener una sensación de libertad que es algo nuevo para mí.La madrugada del Miércoles Santo encarna toda la magia de la Semana Santa, echar las cajas es la espera más anhelada. Se ha tocado en los misereres, los tambores se han ido preparando, la cola se ha destrenzado, todo limpio, pulcro. Se duerme poco, porque siempre nos coge la madrugada recién acostados.
El ambiente tiene algo que no se puede explicar, sencillamente hay que vestirse de judío y dejarse hacer, y que el tambor te lleve y te traiga, para dejarse arrebatar por la esencia mágica de su sonido, recorriendo nuestras calles sin fin, con parsimonia, como no queriendo llegar a nuestro destino, para seguir hablando a solas con nuestro tambor y nuestro yo.
¿Os habéis dado cuenta de lo solitario que es el judío cuando toca el tambor?, y sin embargo el judío no va nunca solo, salvo en raras ocasiones, porque al judío le gusta compartir. A pesar de ello, cuando va haciendo sonar su tambor, va a solas. Bueno, pensándolo bien, no, porque el tambor cobra vida en sus manos, le habla, le estimula, le enardece.
Y en ocasiones le hace estallar el corazón en una multitud de sentimientos como solo él sabe hacerlo. El judío, así, no necesita a nadie, solo a él, en un mundo donde sólo existen ellos dos, cuando el tiempo y el espacio se han parado, sencillamente, han dejado de existir.
Pero el judío no puede vivir todo esto en soledad y entonces necesita de los otros, para poder compartir cuanto vive y siente. No puede quedarse con algo que le rebosa, y el judío se abre de par en par, necesita dejar el tambor y, mientras saborea una copa, se desahoga hablando y recordando historias, detalles que se pueden contar miles de veces, y que, no se sabe porqué, siempre tienen el sabor de lo nuevo....